viernes, 19 de enero de 2024

El pintor Martín Rico

Este lienzo es una obra destacada en la producción retratística de Sorolla, pues pertenece a su mejor período dentro de este género. Dado que su dedicación al mismo fue extensa, el pintor valenciano se esmeró especialmente en las efigies de aquellas personas cercanas o con las que sentía cierta afinidad. Entre éstas se encuentran muchos de los retratos realizados a otros compañeros, sobre todo pintores y escultores.

Aureliano de Beruete y Moret - hijo - 1902

El mismo año en que pintó a su padre, el pintor Aureliano de Beruete, y tras haber pintado también el anterior a su madre, María Teresa Moret, Sorolla realizó el retrato de Aureliano de Beruete y Moret (Madrid, 1876-1922), hijo de ambos, por el que cobró, entonces, dos mil quinientas pesetas. 

Recurrió en este caso a un formato distinto, de mayor modernidad, muy adecuado en su verticalidad y estrechez para resaltar la elegancia juvenil del retratado. Este, a sus veintiséis años, emprendía entonces su trayectoria como historiador del arte, que culminaría como director del Museo del Prado en 1918. 

El pintor Antonio Gomar y Gomar - 1906

Tiene don Antonio Gomar en este retrato cincuenta y tres años, y Sorolla utiliza el formato apaisado, del que tanto gusta para amigos y familiares. Es una forma menos académica y el representado se mueve en la escena con una mayor naturalidad, en este caso medio riéndose, en un medio cuerpo escorzado de tres cuartos a la izquierda, en primer plano, lleva un cigarrillo encendido, cuyo humo asciende de forma voluptuosa hacia el rostro.

El pintor Juan Espina y Capo - 1892

El retratado cuenta cuarenta y cuatro años y lo presenta Sorolla en busto prolongado, sin llegar al medio cuerpo, de tres cuartos a la derecha. Medio despeinado y con barba y bigote no recortados, dotándole de un aspecto bohemio, potenciado por la camisa blanca con chalina oscura y encima una bata de pintor. Ejecución muy suelta en chaqueta y fondo, muy realista y minuciosa en el rostro. Sorolla ahonda en la psicología de sus retratos varoniles, en los que reduce su paleta a unos pocos tonos.

El doctor Joaquín Decref y Ruiz - 1907

Esta obra pertenece al grupo de retratos que Sorolla pintó de su más estrecho círculo de amistades, una tipología absolutamente característica de la que el Museo del Prado conserva interesantes ejemplos, como los retratos de Jacinto Felipe Picón (P4654), el pintor Antonio Gomar (P4653) o el doctor Francisco Rodríguez de Sandoval (P3095). En ellos recurrió a soportes marcadamente apaisados que se adaptaban muy bien a la utilización de encuadres fotográficos -pues el artista era muy aficionado a esa nueva técnica-, concentrándose en la caracterización psicológica de su modelo; éste es, sin lugar a dudas, uno de los más brillantes ejemplos de su producción en esta modalidad. 

El doctor Francisco Rodríguez de Sandoval - 1906

El médico posa sentado en una silla de brazos, con las piernas cruzadas, girándose para mirar al frente con un gesto vivaz, concentrado en su mirada inteligente. Retratado hasta las rodillas, parece representar en torno a cuarenta años y viste traje gris con chaleco y guantes del mismo color. Su figura, fuertemente iluminada, se destaca ante un fondo neutro, también grisáceo, que se oscurece a las espaldas del personaje en una intensa penumbra, en la que parecen adivinarse los brillos dorados de un marco.

Jacinto Felipe Picón y Pardiñas 1904

Retratado casi hasta las rodillas, posa sentado y un tanto reclinado en una silla, ocultando las manos que se sugieren por los puños blancos de la camisa que asoman al borde inferior del lienzo. Vestido impecablemente de oscuro, con camisa de cuello duro, luce sobre la solapa de la chaqueta una rosa amarilla y en el bolsillo sobresale el pico de un pañuelo blanco. 

Quizás por el aspecto serio, el atuendo elegante que viste y la barba cerrada con grandes bigotes que enmarcan su rostro es difícil reconocer la juventud del modelo, de tan sólo veintiséis años cuando fue retratado por Sorolla, probablemente en su estudio nuevo de Madrid, en la calle Miguel Ángel, a donde el pintor se había trasladado a finales de 1903. 

Manuel Bartolomé Cossío - 1908

 

Retrato de Agustín Otermín

 

La sombra de la barca - 1903

Obra de mediano formato (61,7 x 93 cm) de original temática estructurada en cuatro planos que nos muestra una playa en Valencia desde un encuadre azaroso. Es decir, no hay intención literaria alguna en el motivo elegido, más allá del de crear un juego luminoso.

Por vez primera, la clara protagonista de la composición es la sombra de una vela que se proyecta sobre la arena seca de la playa, y deja una superficie violeta. El mástil de la embarcación dibuja una diagonal que dirige la mirada al fondo y sugiere un sol de poniente detrás del espectador.

En segundo término, una barca negra varada en la orilla y su sombra centran visualmente la composición. Detrás sobre la arena mojada, varias figuras juegan con las olas ante un mar que se une a un cielo verde azulado a través de una franja de nubes violáceas.

En estos años de producción, Sorolla exploró muchas ideas ligadas a la luz rasante, la disminución de la intensidad de la luz, el efecto plástico de las figuras en sombra. Una idea de sombra que desde el impresionismo había dejado de representarse como una superficie negra y uniforme, para ser tratada como una zona menos iluminada.

La sombra aquí subraya el encuadre azaroso a la vez que evidencia que vemos una huella visual de algo que está fuera. De este modo, la sombra adquiere un valor plástico autónomo, a modo de superficie decorativa que ordena el espacio, en relación con otros planos de color.

Clotilde con mantilla negra (1919-1920)


 Es uno de los últimos retratos de la esposa del renombrado pintor, realizado según el estilo realista de finales del siglo XVIII. Asimismo, la obra tiene un carácter casi póstumo, ya que fue realizada poco antes de que Sorolla se retirase a causa de un ictus, además de mostrar a Clotilde vestida de luto.

Pro domo sua - 1893

 

Bordadora valenciana - 1901

A pesar de que entre su clientela se hallaban féminas de la alta sociedad, Sorolla dio también protagonismo a mujeres reales en sus cuadros, afanadas en tareas cotidianas para la época, como las relacionadas con la costura.