viernes, 19 de enero de 2024

El pintor Martín Rico

Este lienzo es una obra destacada en la producción retratística de Sorolla, pues pertenece a su mejor período dentro de este género. Dado que su dedicación al mismo fue extensa, el pintor valenciano se esmeró especialmente en las efigies de aquellas personas cercanas o con las que sentía cierta afinidad. Entre éstas se encuentran muchos de los retratos realizados a otros compañeros, sobre todo pintores y escultores.

Ambos pintores debieron de conocerse a través del también paisajista Aureliano de Beruete y Moret, seguidor de Rico y persona muy cercana a Sorolla. Rico había colaborado con él en el montaje de su primera exposición monográfica en la galería Georges Petit de Paris. De hecho, la obra se expuso en un lugar destacado (y con un marco de mayor prestancia que luego debió de perder), en aquella muestra, de vital importancia en la carrera de Sorolla. La relación amical dejó algunos otros testimonios en forma de regalos, como los dos paisajes con los que Rico le obsequió (uno de ellos en el Museo Sorolla de Madrid). Sorolla acude a un tipo de formato habitual en sus retratos masculinos, con la figura prácticamente de medio cuerpo, encajada sin apenas espacio por la parte superior y con las manos ocultas, en este caso metidas en los bolsillos. Este detalle subraya la cercanía con el modelo, así como la instantaneidad de la pose. Sorolla, que en estos años dotaba a muchos de sus retratos de una vitalidad muy marcada, debía sentirse cómodo con la jovialidad del paisajista madrileño, a pesar de que entre ambos mediaban treinta años. Su carácter afable queda marcado por la expresión del rostro y su amplia sonrisa. A pesar de tratarse de una imagen cercana, en la que el modelo posa sin corbata ni lazo anudado y con la chaqueta abierta, se ha incluido en ésta la escarapela de la Legión de Honor, resuelta con tan solo dos pequeñas pinceladas del mismo color rojo con el que firmó la obra en la parte superior.

Rico, que había recibido la condecoración francesa en 1878, sentía especial aprecio por esta insignia. El colorido sobrio y reducido se corresponde con lo habitual en sus retratos masculinos, aunque aquí, si cabe, se subraya todavía más por la entonación oscura del fondo, que resalta la expresión alegre del rostro. No obstante, resulta de especial originalidad la entonación berenjena de la chaqueta y, además, existe una gran diversidad de matices en torno al color gris, especialmente en el chaleco. Éste se ha resuelto aplicando pinceladas muy alargadas sobre un fondo oscuro. La soltura de éstas contrasta con las de color blanco de la camisa, mucho más empastadas, y con las del rostro. Esta parte y la barba presentan gran diversidad de pinceladas, aunque en esta segunda están aplicadas con mayor libertad y soltura y demuestran a la perfección la captación de la luz en sus brillos y matices.

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