Jacques Seligmann (1858-1923), uno de los más prestigiosos anticuarios y marchantes de arte de la Europa de entresiglos.
Alemán de nacimiento, Seligmann pronto se estableció en París como asistente de Paul Chevallier, uno de los subastadores más importantes de la época. Posteriormente creó la firma Seligmann & Cie especializada en antigüedades y pintura con la que fomentó, a través de su sede en Nueva York, el interés en Estados Unidos por el coleccionismo de arte europeo. Fue así uno de los principales distribuidores de arte a museos de todo el mundo y también donó obra al Museo del Louvre.
En 1909 fijó su cuartel general en el Hotel de Mónaco de París (actual Embajada de Polonia) donde Sorolla en noviembre de 1911, realizó esta obra que muestra a Seligmann con 53 años en la cima de su carrera. Ambos fueron buenos amigos como atestigua la correspondencia conservada y reza la dedicatoria del retrato. Sorolla asistió a cenas a su casa así como también retrató
a su esposa.
El pintor reflejó la distinción de su persona, elegantemente sentado en un sillón verde oscuro, así como su enérgica personalidad al concentrar toda la fuerza del retrato en su potente mirada nostálgica. El rostro y la mano derecha concentran toda la luz, en contraste con la gama de negros y grises de la composición.
A la hora de efectuar el pago de este retrato, Sorolla como ávido coleccionista, prefirió realizar un intercambio con una escultura de la escuela alemana del siglo XV que representa a “Santa Ana, La Virgen y el Niño”. El pintor la situó ,donde se conserva desde entonces, sobre el “dressoir” de la actual sala II del Museo Sorolla, en aquel entonces una de las estancias de más prestancia de la casa al ser el despacho de Sorolla, donde recibía a sus clientes.
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