En 1903, pinta Sol de la tarde, que según Sorolla era el mejor de sus cuadros, y también Verano. Se observa en las obras la luminosidad, colorido y fuerza expresiva. El color presenta fuertes contrastes de amarillos, azules ultramares y esmeraldas y crea sensación de gran realidad. Las sombras se representaban por medio de tonos azulados y violetas como los impresionistas pero no adoptó la pincelada corta ni renunció a la mezcla de colores en la paleta tal como puede apreciarse en El bote blanco.
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