El bote blanco. Jávea (1905), pertenece a uno de los momentos más apasionantes de la obra de Sorolla: el verano en que pinta deslumbrado por la limpieza de las aguas de Jávea y la intensidad de los colores que adquieren los reflejos sobre el fondo oscuro de las rocas: su paleta se enriquece con verdes, turquesas o anaranjados insólitos en su producción, y azules ultramar particularmente profundos, y el pintor se apasiona con el desafío de pintar bajo las aguas transparentes el doble movimiento de los cuerpos infantiles que juegan y de las olas que descomponen y recomponen sus siluetas.
“El descubrimiento de Jávea había supuesto un potente adalanto en el estudio de la luz. , en 1905 se preocupa de recoger los valores cromáticos y lumínicos descuidando preconcebidamente cuando se relaciona con la forma. Es el periodo de sus grandes conquistas como colorista multiplica los recursos de su paleta llegando a conseguir resultados prodigiosos” Blanca Pons- Sorolla, 2005
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