Sorolla utiliza en esta ocasión un formato apaisado, que acentúa la impresión de soledad de la mujer en la playa. Esta parece estar esperando a alguien y mira hacia fuera del cuadro, resguardando sus ojos del sol con la mano derecha. El mismo sol que la deslumbra proyecta en la arena su sombra alargada y oscura que cobra un gran protagonismo en el cuadro y contribuye a crear una impresión muy precisa de la hora del día, en los momentos anteriores a la puesta el sol. El mar está algo agitado y se ha vuelto oscuro. Como en tantas otras ocasiones, Sorolla logra suscitar, casi sin anécdota y sólo por medios visuales, un estado de ánimo, en este caso de inquietud.
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